Democracia, Legitimación y Falacias
De estas incompatibilidades de intereses se derivan “conflictos” ¿Cómo se resuelven? En todas las sociedades se establecen “clases dominantes” que con su “poder” imponen las soluciones a los conflictos (cómo se distribuyen los ingresos, cómo se divide el trabajo etc.). El resultado de esto son las desigualdades económicas y sociales que hay entre los integrantes de las clases dominantes y de las clases dominadas. Pero este estado de dominación sería muy difícil mantenerlo solo por la fuerza. Aquí entra en juego un fenómeno importantísimo que facilita mucho las cosas a las clases dominantes: La “legitimación”.
Entendemos “legitimación” en el sentido weberiano: la aceptación como legítima, por parte de los subordinados, de una autoridad o también de unos derechos, unos privilegios, un estado de cosas… “Legítimo” en este contexto es sinónimo de “justo”, y el hecho es que la mayor parte de los seres humanos tiende a respetar lo que considera justo. En la medida que las clases dominantes consigan convencer a las dominadas de que la situación dada es legítima, les quedará facilitado el ejercicio de su dominación. De ahí que se haga mucha propaganda legitimadora, tanto explícitamente como subliminalmente a través de medios de comunicación, películas etc.
Ahora bien, en nuestra sociedad (y tantas otras), en que la “democracia” se ha constituido en el valor político-social supremo, resulta poco convincente pretender que sean legítimas todas esas desigualdades y privilegios fruto de la dominación. En esta tesitura la propaganda legitimadora se ve obligada a hacer desaparecer de su discurso toda noción de dominación, y puesto que la dominación deriva de las incompatibilidades de intereses, se intenta negar o escamotear éstos de diversas maneras. Pero para hacer desaparecer lo que está presente hay que violentar la lógica. En otras palabras: se cometen falacias. Así resulta que una parte muy importante de la propaganda legitimadora a la que estamos sujetos consiste en una sarta de “falacias legitimadoras”.
Veremos falacias como los “intereses de la nación”, la “eficiencia” o hacer pasar “decisiones políticas” por “decisiones técnicas”. Pero la falacia “madre” es la pretensión de obtener una “legitimación total” con una “democracia limitada”: Se pretende que toda situación, toda decisión que encaje en el sistema democrático vigente es totalmente legítima. Pero el sistema democrático vigente no constituye una democracia total, sino una democracia “limitada”, según veremos.
Muchas de las falacias legitimadoras han calado tan hondo en la sociedad que son aceptadas por muchos como evidentes. La habilidad de detectar falacias legitimadoras puede ser muy útil para quienes están activos de un modo u otro en defender los intereses de los integrantes de las clases dominadas.